Si el numero puede parecer muy bajo por el pais mas poblado del mundo con 1.350 millones de personas, no significa que el coronavirus no haya perturbado la vida de los indios, que están obligados a respetar un estricto confinamiento que les priva de ingresos: decretado el 25 de marzo y sin ninguna preparación, el gobierno anunció el 14 de abril que lo prorrogaría al menos hasta el 3 de mayo.
Con el cese de la actividad, el desempleo y la precariedad se disparan en el país donde nueve de cada diez trabajadores trabajan ilegalmente: grava la pobreza a gran velocidad, privando la gente de todos los medios de hundimiento.
Los desempleados vagan durante horas y horas en busca de comida. "No hay más trabajo. No queda nada para comer. No hay nadie en las calles que nos ayude", se lamenta una madre en un sari rojo y verde. A su lado, Gajal, un hombre de 30 años, dice: "Lo que necesitamos es harina, arroz, lentejas, sal. Las comidas calientes se pudren rápidamente. No duraremos mucho en esto".
El gobierno ha puesto a disposición 20.000 millones de euros para proporcionar alimentos a los hogares más débiles, y las asociaciones humanitarias están haciendo todo lo posible para ayudar a los más necesitados: las acciones siguen siendo insuficientes ante la creciente demanda y la magnitud del problema.
En 2011, la población de las ciudades de la india estaba compuesta principalmente por trabajadores que venían del campo en busca de trabajo e ingresos. sin embargo, la precaria situación ha llevado a los sgens a abandonar las ciudades y volver al campo. estamos asistiendo a un éxodo urbano masivo, ahora a pie, con los sistemas de transporte paralizados. El pánico estalla en las ciudades donde la gente no duda en desafiar el encierro.
La gente se arriesga entonces a toparse con las fuerzas de la ley y el orden, despiadadas en su respeto a las reglas. Pero para estas personas es mejor arriesgarse que quedarse en casa y morir de hambre: ¿el coronavirus causará más muertes que la inanición?
En Allahabad, India, se dibujaron círculos de tiza en el suelo para espaciar a los beneficiarios que habían venido a recoger la ayuda alimentaria del gobierno. Un policía a la entrada del edificio se asegura de que se respeten las reglas.
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